Cuando tomamos la decisión de ir a la India, un sueño desde hacía mucho, nos tocó una época en que la situación internacional allá por el 2003, era de esas que sugieren quedarse en casa y ahorrar para tiempos mejores. La segunda Guerra del Golfo, había estallado y el camino del avión debería sobrevolar la zona de conflicto en condiciones normales. La verdad que no supimos por donde fue, pero al final llegamos y volvimos sanos y salvos, cumpliendo los horarios y sin ninguna escala ni contratiempo.
Una vez allí nos enteramos por nuestro guía que al viaje estaban apuntadas unas 25 personas y que al final solamente fuimos nosotros dos, con una pareja de Burgos, con la que aún mantenemos buena amistad y con una señora de Barcelona que acababa de enviudar. Ella hacía el viaje que le había quedado por hacer con su difunto marido, así que fuimos cinco, (cuatro era el mínimo para no cancelarlo), hubo suerte.
Los que habéis estado en La India en alguna ocasión en cualquier formato; por placer en viaje organizado, a la aventura por cuenta de uno o por trabajo, me entenderéis cuando digo que es una experiencia excepcional, sorprendente, llena de sensaciones y de contradicciones. Era aquella la India de los 1.070 millones, ahora debe andar por cerca de 1.400 millones así que se incrementó en casi la población de los Estados Unidos en menos de quince años.
Las sensaciones y experiencia que allí tuvimos son algo que nunca podré olvidar, y por supuesto no hay foto ni vídeo que te pueda hacer sentir ni por asomo lo que desde el mismo momento que pones el pie en tierra sentirás.
La gente, los vestidos, los colores. Las ciudades increíbles con monumentos fascinantes.
La naturaleza, los paisajes la fauna, el tigre.
Los niños.
¿Cómo semejante barahúnda puede funcionar en una aparente y perfecta armonía? Eso es digno de estudio y seguro que lo es.
Religiones de todo tipo desde cristianismo, hinduismo, islamismo hasta jainismo pasando por budismo o sijismo y decenas de otras.
Familias enteras subidas a un ciclomotor, autobuses sin puertas ni ventanas, bicicletas y triciclos, coches y carromatos. Tuk-tuks a motor o a pedal, gente caminante cargada de fardos. Centenares de vacas a su libre albedrío y monos corriendo por calles y tejados. Elefantes que cruzaban a todo gas, cargados hasta los topes y con personas sobre ellos. Todo ello envuelto en una gran polvareda y un coro de pitidos desde graves a agudos y medios, muchos melódicos. En medio de toda esta vorágine, en una especie de rotonda, un guardia subido a un púlpito, intentando dirigir con gestos en todas direcciones, la orquesta más loca que uno pueda imaginar.
La comida es muy distinta y casi en su totalidad vegetariana, pica como un demonio, pero te acostumbras, eso sí, conviene cuidarse con el agua, sobre todo los primeros días, nuestra abuela catalana un día casi se nos muere, pero siguiente revivió milagrosamente tras que le inyectaran un coctel en el hotel, de composición desconocida.
Pero hay algo que, aunque parezca una contradicción, todos experimentamos. Una paz absoluta. Es uno de los muchos misterios de la India.
Os animo a hacer un esfuerzo e ir a conocer India, os gustará mucho o muchísimo, y os marcará seguro.
Amor, mucho amor y vida a raudales y espiritualidad, eso es la India.
En Nepal sólo estuvimos 3 días, vimos Katmandú y algunos pueblos de los alrededores, y aseguro que merece la pena.
La situación política y social estaba al borde de estallar y se palpaba en el ambiente. Manifestaciones y algunos momentos de tensión en la calle pasamos, ya que sobre todo en Katmandú íbamos a nuestro aire, sin guía.
Nepal es una visita en sí misma y para la que hay que estar algo preparado físicamente ya que la montaña es exigente y nosotros no nos atrevimos a ir a una excursión al campo base del Everest. Son más de 5.000 m. y uno corre el riesgo de sufrir mal de altura, sobre todo si no estás aclimatado. Además, era muy cara y la economía ya estaba al borde de la bancarrota.
Si las circunstancias me lo permiten volveré, y esta vez con la familia, es mejor que los niños ya tengan algo de edad y poseer la permeabilidad necesaria para poder aprovechar una de las mejores lecciones que te puede dar el ver mundo, como es viajar a la India.
Solo me queda dar las gracias a todos indios y nepalís que conocimos, por su esfuerzo en intentar trasmitirnos la esencia de su grandioso país que nunca olvidaré.
Os dejo con unas cuanta fotos de las que hice, la digitalización deja bastante que desear, pero creo que lo interesante está en el contenido y para mí en el recuerdo.
Fotos y texto:
Maximenendez