Es una de las ciudades con más historia, más monumentos y más cosas que ver en el mundo. Por eso visitarla en un puente de diciembre de 1992 como nosotros hicimos, es una manera de visionar de una manera muy superficial. Una megalópolis en la que, hasta varios metros bajo tierra esconde secretos. Al igual que Roma, requiere muchas visitas o largas estancias para llegar a comprender y dimensionar correctamente su importancia en la civilización occidental y también el la oriental.
El hecho de estar situada entre dos continentes separados por una delgada vía de agua, el Bósforo, que comunica el Mar Mediterráneo con el Mar Negro, puede darnos una idea de su trascendencia durante los últimos 2000 años.
Capital del Imperio Romano de Oriente, de Imperio Otomano y conocida como Constantinopla hasta el año 1930, apabulla con su patrimonio y su cultura, en pie a pesar de los enormes terremotos que sufre periódicamente.
La primera noche nos pasó una anécdota que os voy a contar. Según llegamos al hotel bastante tarde, estábamos eufóricos, con ganas de conocer la ciudad ya, porque eran pocos días y mucho que ver. Recuerdo que había una pareja de Madrid, a la que invitamos a venir con nosotros, pero declinaron con gesto arrocinado. Así que ni corto ni perezoso, cogimos un taxi y le dijimos que nos llevara al meollo del asunto, así que se lanzó a toda velocidad al «estilo Estambul», a la plaza Taksim, y la verdad que acertó.
Estaba abarrotado de gente, restaurantes de comida turca centros culturales y el famoso hotel Mármara. Las calles adyacentes llenas de gente y animación, un espectáculo. Entre ellas destaca la calle Istiklal, por la que se desciende desde la plaza Taksim y está repelta de todo tipo de tiendas, restaurantes y mercados.
Aquella noche cenamos en un restaurante turco excelente, y conocimos a un matrimonio Griego que cenaba en la mesa de al lado con los que, a pesar de nuestro limitado inglés, pudimos mantener una magnífica velada. Ellos nos contaron de muchos problemas y disputas mantienen desde hace mucho Turquía y Grecia. Fue una cena con la que no contábamos. Ellos nos ayudaron al pedir la comida ya que venían a Turquía con mucha frecuencia y cenamos de cine. Luego se fueron.
Pero nosotros seguimos buscando e investigando la zona, conocimos muchos bares y pubs, algunos en las primeras plantas de edificios. En mayoría era imposible entrar por estar absolutamente llenos, era increíble. Poco a poco fue pasando la noche y serían las tres o cuatro de la mañana y dado que aún siendo una ciudad musulmana, el alcohol corrió a demanda, decidimos regresar al hotel.
Para ello tomamos un taxi y le dijimos al conductor el nombre del hotel, que yo llevaba apuntado, pero cual es nuestra sorpresa que el buen hombre no conocía dicho hotel, nos preguntó por la dirección, pero no la teníamos, solo el nombre, (tomen nota: no olvidar nunca tomar dirección de su hotel, más aún si están en una ciudad de 13 millones de habitantes). Él nos preguntó que por donde quedaba y yo intenté dirigir por donde creía recordar del taxi de la ida, pero rápidamente me dí cuenta que no íbamos por buen camino. Estambul es engañosa para la orientación, a pesar de tener muchos referentes. La zona por la que acabamos, era un conglomerado de calles en la que no había una paralela a otra.
Fruto de la desesperación encomendamos al taxista a que nos parara en un hotel cualquiera, y así ver si habría forma de localizar el nuestro. Y así hizo, nos cobró muy poco, pienso que se apiadó de nuestra situación.
Así que nos bajamos y vemos el hotel, muy modesto, no recuerdo su nombre. Estaba cerrado por lo cual tuvimos que picar. Tras insistir nos abrió una mujer, acompañada de dos hombre rudos. Solo hablaban un poco de francés y casi nada de ingles. Aún así conseguimos explicarles nuestra penosa situación, pero ellos tampoco conocían el hotel. La desesperación ya empezaba ha atraparnos, pero ellos, gente extremadamente amable, nos intentaron tranquilizar y empezaron a hacer llamadas de teléfono para intentar saber su ubicación. Tras varios intentos ¡Eureka! Parecía que estaba localizado.
Nosotros entusiasmados, les dijimos si por favor nos llamaban un taxi, a lo que ellos contestaron que no, que nos llevaban ellos en coche, que a esas horas no era bueno tomar taxi en aquella zona. Yo no las tenía todas conmigo, pero ¿Qué podíamos hacer?.
Nos subimos en una furgoneta, y para allá fuimos, la verdad que por momentos nos invadió el miedo, tardamos más de vente minutos en llegar, pero llegamos. Nos llevaron hasta la misma puerta del hotel. Yo les dije que cuanto les debía, ellos se negaron en redondo a aceptar ningún dinero, yo insistí pero ellos me dijeron que de ninguna manera, que era una cortesía que no debía ser pagada, yo seguí insistiendo pero nada. Así que les dimos las gracias y se fueron. Cuando llegamos al hotel nos dijeron que estaban preocupados por nosotros. No debieron de ver nada igual en su vida. Una pareja de españoles, se van el día que llegan a las siete de la tarde con lo puesto y vuelven a las cinco de la mañana en una C-15 acompañados por dos «levantadores de peso» turcos.
Lo peor era que a la mañana siguiente, vamos, en un par de horas, teníamos contratada una excursión por el Bósforo. Pero no pasó nada, eran otros tiempos, aguantábamos lo que fuera.
Los otros tres días fueron mas tranquilos. Hicimos la visita en barco por el Bósforo que incluía una comida en una zona muy bonita ya casi llegando al Mar Negro, y el resto del tiempo todo por nuestra cuenta. Vimos lo que pudimos pero sin prisas, mezclándonos con su gente, comiendo en sus restaurantes su deliciosa comida y disfrutando de su hospitalidad.
Volveremos.
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Maximenendez